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Lanzamiento del libro «ARTICULANDO RAPA NUI» de la antropóloga Riet Delsing

Isla de Pascua, ha sido desde los últimos 50 años el punto de atención de muchos investigadores interesados en el Pacífico.

Venidos de todos los rincones del mundo, antropólogos, historiadores, y especialmente arqueólogos, han sido cautivados por este pequeño terruño y su magnífica cultura. 

Rapa Nui, con toda su riqueza arqueológica, es también una cultura viva, y que se debate con el mundo occidental desde el arribo de los primeros europeos. No es menor entonces el interés que sobre todo en los últimos años ha surgido por temas más contemporáneos. En este contexto se enmarca el libro de Riet Delsing, Doctora en Antropología,  quién desde el año 1996 viene trabajando en torno a la relación entre Rapa Nui y el estado Chileno.

«Articulando Rapa Nui», Libro editado por LOM, es sin duda un aporte para comprender la relación, entre los habitantes de Rapa Nui y -como señala Vicente Lane- un Estado miope, que a pesar de su discurso modernizador y neoliberal, nos es capaz de ver que existe una comunidad rapa nui, con su propia cultura e identidad.

Los encargados de comentar el libro durante el lanzamiento que se realizó en Rapa Nui en el Centro de Arte y Cultura AUKARA, fueron: Patricia Stambuk, periodista y recientemente miembro de la Academia chilena de la lengua, y el antropólogo y doctor en Antropología,  Diego Muñoz.

A continuación transcribimos las palabras de Patricia Stambuk:

«La mirada de un foráneo o extranjero en un territorio y culturas ajenas suele ser muy atractiva. Aporta observaciones, sensibilidades, interpretaciones que los propios locales no advierten. Es la magia de los relatos de los viajeros, cronistas e investigadores.

Riet ha mirado a Rapa Nui desde su disciplina, la antropología, y su epicentro es político, desde el título en adelante, pero ella ha vivido esta inmersión en la cultura isleña con la pasión de la viajera que huele, saborea y escucha, descubriendo los detalles de formas de vida tan distintas a la propia. No se extravía sin embargo en la poesía. Necesariamente se concentra en su punto de partida y llegada de la tesis que sustenta: colonización, integración, derechos humanos, cultura, resistencias, diferencias y diversidad, modernidad, globalización, autodeterminación.

¿Por qué está ella en Rapa Nui? Ninguno de nosotros llega donde llega por casualidad. Riet Delsing, holandesa, se asoció a la vida chilena con uno de nuestros temas contemporáneos más críticos, los derechos humanos. Tuvo un compromiso intenso con la Vicaría de la Solidaridad en los años de la dictadura militar y se inscribió en las filas de los movimientos de mujeres en los años 70 y 80. Poder y políticas, Estado y personas, Estado y comunidades, asoman claramente en sus intereses personales y profesionales. Y eso fue lo que la trajo a estos parajes.

Hoy presentamos la traducción al español de esta obra que publicó el 2015 en Hawai. No conozco la versión original en inglés ni tendría la competencia para calificarla, pero sí reconozco un muy buen idioma español, en la traducción de Vicente Lane, que hace grata su lectura sea grata.

Las visitas intermitentes de la antropóloga Delsing a esta la isla -que en una ocasión se prolongaron por todo un año-, le tomaron dos décadas. En esta obra hay 20 largos años de observación, convivencia, registros, entrevistas y búsquedas documentales. Ella nos advierte en el mismo texto que la mayor parte de sus indagaciones se completaron en 2006, pero sin duda los contenidos centrales de su estudio siguen vigentes, aunque no haya alcanzado a incorporar asuntos como la actual ley de residencia.

En su libro hay un recorrido cronológico-político muy completo, desde los primeros contactos conocidos o verificables con el mundo exterior, partiendo por el holandés Roggeveen en 1722, un marino que cumple una vez más con la tradición del primer encuentro, en que el visitante armado y poderoso suele arremeter y matar en suelo ajeno. Toda la historia y la memoria universal tienen magníficos, dramáticos y también poéticos ejemplos de esos primeros encuentros entre mundos diferentes y lejanos. Repasa la autora con su criterio selectivo y su interpretación los hitos de su historia contemporánea, tales como las expediciones de exploradores y asaltos de esclavistas, la toma de control de la isla por la Armada en 1917, la inscripción del territorio como tierra fiscal en 1933, la Ley Pascua en 1966, la llamada ley Pinochet de 1979 o la Ley Indígena de 1993.

En este largo recorrido, la autora se nutre de una bibliografía revisada con acuciosidad y se sorprende por la normalidad vivida durante más de cien años por los rapanui, a pesar de sus primeros contactos con europeos desde su compatriota Roggeveen; una normalidad que se quiebra cuando aparecen en escena Doutrou Bornier -Pito Pito-, Brander y Salmon, dando inicio al problema central, fundamental de Rapa Nui, la propiedad de tierra y territorio, incluso antes que Chile tome posesión en 1888, y sin que medie diálogos ni documento alguno que discutir con los comerciantes foráneos.

En el curso de todo el texto, que no alcanzaríamos a referir en este breve acto, Riet Delsing confronta los conceptos y acciones continentales e insulares sobre la propiedad, el uso y el sentido de la tierra y la kainga, como eje de un desencuentro histórico, endémico, entre lo chileno y lo rapanui. Son dos visiones que en sus variados ejemplos, casos, políticas y testimonios se muestran irreconciliables hasta hoy, o al menos con resultados insatisfactorios para ambas partes. ¿Y por qué son dos partes? Porque esta tensión no resuelta entre el conti y la isla se ha convertido a ratos en un diálogo de sordos, en que la relación dialógica parece ser dar y recibir, pedir y negar. No hay proyecto común. Son dos conceptos discrepantes sobre soberanía y territorio, fundados en culturas, intereses y realidades distintos, más aun cuando en la propia comunidad hay serias discrepancias internas, acumulación de tierras y un muy lucrativo mercado inmobiliario.

¿Cómo resume la autora el quid de su trama? Dice: “Me propongo narrar la transformación de un lugar que pasa del aislamiento a un espacio de efervescentes interacciones globales, dentro del cual el pueblo rapanui se encuentra decidido a proteger su territorio ancestral y conservar una identidad polinésica, frente al asedio perpetuo de un Estado-nación”.

Reconoce la autora una vida nueva en el pueblo rapanui – y la expresión vida nueva es mía-, por la bonanza que ha dado el turismo, generando incluso poderes económicos dentro de la misma isla. Sabe que el concepto sagrado de la tierra se ha quebrado más de una vez, cuando una parcela ha sido cambiada por una moto o un auto. Palpa el creciente contacto y proximidad cultural con la raíz polinésica, a través de embajadas artísticas y contactos frecuentes, y valoriza ese reencuentro entre hermanos. Repasa las dificultades, logros y batallas para preservar el vananga rapanui, que considera uno de los símbolos de resistencia del pueblo rapanui. Recuerda las principales acciones de insurgencia de los dos últimos siglos, desde María Angata en 1914 y Alfonso Rapu en 1964, a las tomas del aeropuerto en 1990 y de Orongo algunos años después. La lista sigue, entre otros casos, con la carpa del Consejo de Ancianos 2 en la iglesia, en 1994, la toma de sitios y edificios públicos y del hotel Hanga Roa el 2010 y del Parque Nacional en 2015.

Reseña y refiere momentos singulares de las organizaciones que considera relevantes: Consejo de Ancianos, Consejo 2, Parlamento rapanui, surgido el 2000 y al que confiere méritos importantes en la resistencia (aunque, como vemos, el nombre de la organización es en idioma español, al igual que el del Consejo de Ancianos).   Destaca la aparición de organizaciones culturales locales y las acciones de instituciones que influyen en el devenir isleño, como CONADI, CODEIPA, CIDEZE y la Comisión de Verdad Histórica, y roza inevitablemente el rol de las autoridades rapanui nombradas por el Estado. También alcanza a incorporar en esta traducción la creación de los Honui, que representan a las 36 familias fundadoras, y a la comunidad indígena Ma’u Henua que se desprende de esta, para asumir responsabilidades en el Parque Nacional.

Reivindica Riet Delsing la autodeterminación, que en el pensamiento y lengua local sería Hakatere inga o te mauhatu el manejo del territorio por parte de sus dueños. Sabe bien que para conseguir a cabalidad esa figura jurídica se requiere de una madurez comunitaria y del término de las pugnas tribales. Yo agregaría que también exige nuevos, grandes y sólidos liderazgos, incuestionables, algo que en las últimas décadas no se ha conseguido.

Siento que ella asume un fuerte compromiso con esta insatisfacción de siglos de los rapanui, se alinea con la disconformidad isleña por la incomprensión de parte del Estado chileno, que es ni más ni menos la incapacidad que han tenido la mayoría de los estados que en el mundo han convivido con pueblos antiguos. Les cuesta ponerse en el lugar de grupos de personas, comunidades, pueblos, etnias que tienen una visión de la vida y del mundo y de la historia tan diferentes. Sociedades como muchas de las polinésicas, que a pesar de estar viviendo con todos los usos occidentales, en medio de la sociedad de consumo y del sistema liberal, aceptando y explotando el turismo, siguen en las trincheras, defendiéndose de la muerte de su pasado y buscando un futuro arraigado en la medida posible en su cultura, rescatada, recreada o creada.

Especial interés y encanto tienen para mí los relatos de sus anotaciones de campo, porque comparte anécdotas significativas, usa citas directas y entrega detalles elocuentes de cada caso. Elijo entre tantas notas, la historia que nos cuenta de la Hokule’a, la primera canoa doble hawaiana de navegación que se construyó en 1975 después de 600 años de pausa. Su viaje y llegada a Isla de Pascua en 1999 es toda una alegoría del reencuentro con las tradiciones del Pacífico. Los hawaianos estudian, antes de zarpar, sus leyendas ancestrales; navegan por tanto hacia el sol naciente y declaman genealogías al llegar a puerto, todo esto en el mismo día en que aterrizaba un Concorde en Mataveri, un súper avión tan lejano del frágil Manutara de Parragué. Plantan los hawaianos 1.000 plántulas de koa en el Rano Kau –emulando los viajes de las semillas de otros siglos; bailan, reciben homenajes musicales, descubren sus propios apellidos entre las familias isleñas. La barca Hukule’a no es una reproducción exacta de la canoa doble ancestral, así como los futuros modelos tampoco lo son ni serán, pero esta nueva expresión material, como otras, se convierte en símbolo de identidad colectiva de un pueblo de navegantes. Por todo esto y más, elijo el relato de la llegada del Hokule’a desde Honolulu como el más simbólico, representativo e inspirador.

No sé cuantos holandeses más han llegado a esta isla después de Roggeveen, pero Riet Delsing, a diferencia del marino de controvertida memoria, lo hizo en paz y con el mejor de los propósitos: dar su visión de los derechos patrimoniales ancestrales del pueblo rapanui. Recordemos que su compatriota, Jacob Roggeveen, llegó por estos lados buscando la Tierra de David, descrita por el pirata inglés Edward Davis como una isla fabulosa, llena de riquezas.

Como sabemos, por poco que sepamos, aquí la riqueza no es oro ni plata ni diamantes. Es patrimonio pétreo y patrimonio inmaterial, con préstamos y sincretismos, pero tan singular y propio que, como cita Riet, todo el mundo toca a la puerta de Rapa Nui. Nosotras también, pero no se preocupen, no es para quedarnos.»

 

Portada del libro

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