Mujeres que cruzaron un océano: Victoria Contreras Fuentes
En 1888 se registran 178 habitantes en Rapa Nui, 100 hombres y 78 mujeres. Algunos de ellos dejarán descendencia, otros no. Algunos tendrán hijos con personas foráneas y poco a poco se ira construyendo una sociedad “mestiza” que dará origen a la sociedad rapa nui actual.
Parte de estas personas que llegaron desde otros territorios son mujeres, algunas estarán de paso, otras decidirán quedarse, tener hijos y hacer familia junto a hombres rapa nui.
Serán mujeres que, dejando su vida en tierras lejanas, optarán por vivir en una cultura diferente. Olvidarán algunas, otras vivirán en la añoranza, para algunas será más fácil para otras significará un gran esfuerzo, sin embargo, todas dejarán su impronta y la mayoría de ellas referirá el amor como la principal causa de la decisión de migrar a esta tierra lejana.
Muchas han permanecido en silencio, algunas han levantado su voz, otras simplemente observarán el paso del tiempo, trabajando, criando, y dando forma a una comunidad que a veces las olvida.
Hemos querido narrar parte de una historia no contada. La sociedad contemporánea rapa nui se ha conformado en gran medida producto de la unión con personas venidas de otros territorios y sus historias también son parte de la historia de Rapa Nui.
Estos relatos, en primera persona, son fragmentos de algunas de las entrevistas realizadas a mujeres foráneas, que establecieron vínculo con hombres rapa nui, que hicieron familia y se quedaron a vivir lejos de su tierra natal. Han sido realizadas por Ana María Arredondo, historiadora, y además madre, abuela y bisabuela de personas rapa nui.
VICTORIA CONTRERAS FUENTES
Nací en Santiago un 25 de diciembre del año 1958. Soy hija de Víctor Contreras, originario de las Palmas de Cocalán y de María Fuentes de Linares.
Mi padre de niño integraba la banda en su pueblo, tocaba un instrumento de viento, era el primer clarinete, así que nos inculcó la música, el baile y también la lectura. Llegaba por las tardes del trabajo y después de cenar entraba en el dormitorio de sus siete hijos y a los cuatro más grandes nos hacía leer. Después tocaba acordeón o la armónica y una de mis hermanas mayores bailaba conmigo. Los fines de semana nos llevaba al parque y nos enseñaba juegos, haciendo participar a todos los niños que estuvieran cerca. Tanto así que los niños de la cuadra llegaban a buscarlo para jugar a las bolitas o a los volantines; él hacia volantines para todos. De todos mis hermanos a una le gustó el canto y escribir, a otro, la música, tocando la guitarra y el Ukelele y a una hermana junto conmigo, el baile.
La educación básica la hice en una escuela mixta cerca de la casa. Desde primero básico comencé a participar en actividades artísticas. En cuarto básico, me trasladaron a la Escuela Superior de Niñas y estuve ahí hasta octavo. Fui muy buena en deportes, me gustaba correr. La enseñanza media la hice en un liceo mixto y a pesar de ser buena alumna, me concentraba más en las actividades artísticas. Fui seleccionada en atletismo, corría y estaba en todos los campeonatos escolares de los liceos. Como me gustaba el baile, siempre estaba organizando escenografías y coreografías para todos los eventos que se presentaban. Llegué a tener 54 alumnos en el escenario, presentando bailes árabes, brasileños, húngaros y mi preferido, el baile rapa nui.
De muy niña me atraía la música rapa nui, me emocionaba, y me dije a mi misma, que no dejaría este mundo sin antes conocer ese lugar remoto. A los 13 años, la señora que dirigía el grupo de la iglesia en donde yo estaba, nos dijo, yo conozco unos profesores pascuenses, los voy a traer para que les enseñen. En aquella ocasión, llegaron Poki Hey, Pato y Juan, cuyos apellidos no recuerdo, y actuaron con nosotros, acompañándonos con su bella música.
A pesar de haber obtenido un excelente puntaje en la Prueba de Aptitud Académica, la PSU de hoy, decidí no seguir estudiando. Entré a trabajar en una empresa de procesamiento de datos y simultáneamente formaba parte de un grupo folclórico chilote. Con el tiempo me uní a un conjunto mapuche, dirigido por Lautaro Manquilefen, donde aprendí danzas y cantos mapuches, presentándonos en numerosos escenarios. Un día, el director del conjunto Huentelauquén nos hizo una propuesta a mi hermana y a mí para integrarnos a su conjunto, el cual era más profesional.
En este conjunto se presentaba el folclor de todas las zonas del país. Actuábamos una semana de cada mes en un programa de televisión dedicado al folklor, era un trabajo maravilloso.
Después tuve la oportunidad de unirme al conjunto “Aromas de Tahiti” de Juan Orrego, quien, junto a su esposa, me tenían mucho cariño.
Mi primera visita a la isla fue en 1982, motivada por un proyecto de investigación folclórica. Un día, entré a una agencia de viajes en busca de folletos. No sé si la promotora de ventas era muy buena o yo estaba muy sensible, pero en cuestión de minutos, me encontré firmando papeles para un viaje a la isla, financiado mediante un crédito. Al regresar a mi casa, compartí la noticia con mis padres, quienes no podían creerlo. Mi padre se enojó y me dijo: ¿no has pensado cómo será ese lugar y su gente, y tú vas sola? A pesar de esto, mis jefes, que me querían mucho, me apoyaron todo el rato, me dieron un adelanto y me dijeron que no me preocupara y que fuera tranquila, que me guardarían mi puesto, sabían que era la oportunidad que yo tenía para aprender algo más del folklore de la isla.
Mi hermana mayor tenía una amiga que estaba en la isla con su esposo, que era funcionario de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y me dijo que no me preocupara, porque iba a hablar con su mamá. El mismo llegó la mamá de Angela a nuestra casa. Estaba fascinada y emocionada por mi viaje, ya que significaba que tendría la oportunidad de ver a su hija y a sus nietas. Esto dejó más tranquilo a mi papá.
Llegué a la isla cargada de regalos y una carta para Ángela. Me quedé tres meses con ellos en el Recinto de la Fuerza Aérea. Durante ese tiempo, conocí a buenos músicos como Oscar Tepano, Kio Teao, Niko Ika, Nato Roe, Pascual Pakarati y Raquel Roe. Ensayaba con ellos y cada día, caminaba hacia Tahai, llevando conmigo una cámara de foto, una radio grabadora y un cuaderno de apuntes.
Al regresar al continente, estaba llena de emociones y con muchos regalos. Había reunido valiosa información. Me junté con mis hermanos y ubicamos a los compañeros que también habían dejado el conjunto Huentelauquén y juntos formamos un nuevo conjunto que se llamó MAI HIVA. Le pusimos este nombre porque era corto y más fácil de pronunciar. Llegamos a ser famosos dentro de la Confederación Folclórica y recibíamos invitaciones para participar en diversos festivales folclóricos.
A fines de 1983 me contactaron para integrar el conjunto Tangaroa de Carolina Huke. Fue allí donde conocí a German Ika Pakarati, quien llevaba un tiempo viviendo en el continente. Germán me pidió poder ir a nuestro conjunto, yo le dije que aceptábamos todo su apoyo, pero que no tratara de cambiar nuestro estilo porque éramos continentales y nuestro objetivo era difundir el folklore, pero no imitarlo. Así él empezó a apoyarnos y tanto mi hermano como yo ofrecimos nuestro apoyo a su conjunto.
Con el tiempo, mi relación con Germán se fue profundizando, y no nos separamos más. Nos casamos el 28 de febrero de 1985 y tres días después estábamos celebrando en el pueblito Lo Herrera nuestro casamiento, cuando comenzó a temblar, era el terremoto del 3 de marzo del 1985. Fue increíble, estábamos en una casa de campo que casi se vino abajo y las réplicas del terremoto continuaron, así que decidimos trasladarnos a al centro de Santiago.
Mi hijo mayor nació en el continente y tuvimos que dejar de actuar, ya que se puso difícil la cosa con la guagua. Aunque Germán siempre me sugería que nos fuéramos a la isla, yo no estaba convencida. Sin embargo, cuando quedé embarazada de mi segundo hijo, las cosas se complicaron aún más, y mi suegro nos mandó los pasajes.
Llegué a vivir con la familia de Kacho, pero aparte, en un pae pae. Era una casita prefabricada de madera en bruto, impregnada en aceite quemado. La verdad que esto fue un giro en mi vida de 360°. Me sentía muy sola, lejos de mi familia y rodeada de una cultura completamente diferente.
La familia de German siempre respetó mi espacio y él habló con su parientes para que nadie interfiriera en nuestras vidas, ni nos molestara. Yo lloraba todos los días e iba al ENTEL para hablar con mis padres, pero poco a poco me fui incorporando en el rubro de artesanía y comencé a crear collares junto a Mamaru, la madre de Germán. Con ella aprendí a trabajar el mahute. Comencé a crear, a pintar en género, junto a mis labores de dueña de casa y madre. Me consagré a mis hijos, 4 hombres y una niña y a trabajar en arte, no había tiempo para pensar en el baile y en la música.
Crie a mis hijos como me criaron a mí, con muchos hábitos y, sobre todo, con mucho cariño. Me aseguré de que siempre fueran al colegio y que participaran de todas las actividades extraprogramáticas que había.
Kacho sacaba pescado y diversas conchitas, como puré y pipi, que vendíamos, con las cuales también hacíamos collares. Después de esta actividad volvíamos a casa. Yo trabajaba en artesanía y cambiaba mis cosas por mercadería con gente de las fuerzas armadas, así que nunca nos faltaba nada.
A partir del año 2000, presenté varios proyectos, muchos de los cuales resultaron ganadores. Entre ellos, estaba el de realización de talleres para enseñar a los niños el manejo de fibras originales de la isla, el tallado en piedra y madera, así como el de elaboración de cerámica y pintura en género.
En el año 2002 constituimos con la familia la Asociación Indígena E Toru Hanuanuamea, con el propósito de reivindicar y oficializar los trabajos que veníamos desarrollando desde el año 2000, centrados en la recuperación de sitios arqueológicos. Hasta el 2004, logramos levantar 300 sitios antiguos, gracias a un proyecto FONDART (Fondo de Desarrollo de las Artes). Con la participación de una arqueóloga, se hizo el registro y documentación de estos sitios, que la Asociación había intervenido
Posteriormente postulamos a un proyecto del PNUD enfocado en Etnobotánica, centrado en la recuperación de flora tradicional. Este proyecto incluyó la construcción de un vivero destinado al rescate de la flora nativa y la plantación de estas especies en los manavai, estructuras agrícolas antiguas, que hemos ido recuperando.
Muchos proyectos nos han permitido trabajar especialmente con niños y niñas y hemos construido un espacio especial para realizar estas actividades. A pesar de haber logrado convertir nuestros sueños en realidad a través de estas iniciativas, lo más importante han sido mis hijos, cuatro hombres y una mujer. Todos terminaron su educación media y superior algunos.
Con mi marido nos hemos inventado la vida día a día, para criar y educar a nuestros hijos y ahora tenemos siete nietos. Ellos ya son grandes, pero siguen de alguna manera ligados a nuestros proyectos.
Nuestra intención es continuar difundiendo la cultura rapa nui y apoyar a los niños en el aprendizaje de diversas disciplinas, como cerámica gres de alta temperatura, vitrofusión, elaboración de tela de mahute, xilografía y entre otros.
Reflexiono como desde niña esta tierra me llamaba y aquí estoy, más de la mitad de mi vida. Tuve a mis hijos y eché raíces, y junto a mi compañero formamos una linda familia. Como los deportistas, nunca dejamos de trotar pasando los obstáculos, y siempre con la mirada en la meta.